Contravía – “Víctimas y Derechos”

diciembre 15, 2008

Reportaje elaborado en colaboración con el progrma Contravía – http://www.contravia.tv/

Por: Felipe Cuervo – http://nianversonireverso.wordpress.com/

Parte 1

Parte 2

Parte 3


“Buenos Aires, hoy te falta mambo”

noviembre 11, 2008

 

 

Por: Carolina Rincón

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Desde niña soñaba con tangos y milongas, amaba el acento y el fútbol argentino, deliraba con las canciones de Charlie García y  de Fito Páez. Sin embargo, después de haber pasado una larga estadía en Buenos Aires, capital del tango y de la República Argentina, y aunque la sigo queriendo y hasta la añoro; la realidad que viví convirtió al paraíso que habitaba en mi mente infantil, en una ciudad de la furia.

 

En noviembre de 2004 finalmente se cumplía un presagio. Después de desearlo con todas mis fuerzas, compré un tiquete de vacaciones a mis sueños, empaque una maleta llena de ilusiones y desembarque en tierra gaucha, en el Aeropuerto Internacional Ezeiza de Buenos Aires.

 

Desde que llegué, amé el color barro del río de la Plata, el olor a carne asada, la antigüedad de las construcciones, la belleza de los hombres y de las mujeres, los alfajores, la presencia de los diarios y las revistas en kioscos callejeros, la nostalgia que guardan los bares de tango en San Telmo, un antiguo barrio porteño, y las tardes  en las que las onces eran sorbos de mate, acompañados con unos panecitos deliciosos en forma de luna creciente, a los que llaman “facturas”.

 

Los ojos del turista brillan, todo el mundo sabe cuándo pasa un forastero porque esa persona indaga, se maravilla, quiere encontrar la belleza en cada piedra, en cada pedazo de aire. Yo disfrutaba todo, de cada lugar que visitaba y de cada conversación que entablaba. Estaba disfrutando tanto mi corta estadía, que el día programado para tomar el vuelo de regreso, irreflexivamente decidí perderlo.

 

Salí del lindo hotel que me había incluido la agencia de viajes en el plan que adquirí en Bogotá, y visité un par de inmobiliarias para encontrar ayuda en la búsqueda de un apartamento alquilado. No tardaron en aparecer las dificultades; los lugares disponibles tenían precios exorbitantes y los requisitos para extranjeros resultaban mucho más estrictos por la cantidad de garantías que solicitaban.

 

Yo contaba con un  dinero que me alcanzaba, según mis cálculos, para vivir dos meses. Aspiraba haber conseguido un trabajo en ese lapso, y en realidad sabía que tenía que hacerlo porque no obtendría ayuda de mi casa paterna. Mis padres estaban consternados y ofendidos con mi decisión de quedarme en ese lugar.

 

Después de reflexionar lo anterior, terminé llegando al Hostel Buenos Aires o “la resi”, una residencia universitaria, que quedaba en una casa amarilla que muy lejos estaba de parecerse a la casa de Van Gogh. Desde el primer día que llegué, me recibió en la puerta una cucaracha negra y peluda de tres centímetros de largo y uno y medio de ancho. Ese mismo bicho o uno igualito a él, fue mi anfitrión durante toda la estadía en “la resi”.

 

Me tocó compartir una habitación, que no llegaba a los tres metros cuadrados, con Javiera Molina Mallea, una chilena noctámbula que me odió tan pronto me vio llegar, puesto que hacía unos días, la administradora del lugar le había propuesto que pagara 30 pesos más mensualmente, unos 10 dólares, por no seguir ofreciendo la cama de arriba de su litera en el cuarto número 12. A pesar de su rechazo inicial, el tedio de la convivencia nos obligó a hacernos amigas.

 

Las dos empezamos a vivir Buenos Aires desde el otro lado de la moneda. Comenzamos a ser habitantes, a tener afán, a buscar oportunidades, a comprar comida en el supermercado chino de al lado, a cocinar en una cocina sucia, a compartir el baño con 27 jóvenes más, a esperar un turno eterno para usar un computador, al que al prenderlo, emergían páginas pornográficas y muñequitos emotivos.

 

Salir a la calle también lo puedo contar en un antes y un después.  Cuando era turista, miraba la arquitectura, los grandes teatros, la publicidad y las vitrinas; ahora, observaba cuidadosamente el piso para no pisar mierda de perro o alguna cucaracha gigante de las que pululan por todos los rincones de la ciudad del tango.

 

Aunque ya no era lo mismo, y la ciudad ya no me olía a carne recién asada, sino a humedad y a basura, todavía no me había desencantado del todo. Escribí mi propia historia de amor con un músico paranoico, muy argentino, que me hizo leer poemas y que luego  me rompió el corazón; conseguí un trabajo en una fundación, en la que aprendí entre otras cosas trascendentales, sobre la corrupción de quienes protegen asuntos de derechos humanos; también, y eso fue lo más importante, encontré amigos leales a quienes todavía llevo en mi corazón.

 

Después de 5 meses a mi amiga chilena y a mi nos echaron a la calle porque yo me había envalentonado y no había querido firmar una cláusula de convivencia que adicionaron al contrato de alquiler del Hostel Buenos Aires, inmediatamente después cometí un error y no hubo tregua, la misma cucaracha o una igualita a la que me había recibido, fue la única que salió a despedirse en la puerta de la casa amarilla, en el verano de 2005.

 

Iniciamos un recorrido macabro por las calles porteñas, en tres meses pasamos por 6 hostales. No conseguimos ninguno mejor que el otro, todos muy sucios; en uno nos tocó compartir habitación con otras 5 personas;  el otro, sin que nos diéramos cuenta inicialmente, resultó ser un motel de mala muerte que frecuentaban homosexuales; en el otro encontramos una nueva cucaracha, más grande aún que la de “la resi”, a la que no nos pudimos acostumbrar… Al final, llegamos a un hotel que se acomodaba a nuestro presupuesto y en el que nos daban desayuno y ahí nos quedamos el último mes. Estábamos trajinadas, feas, desencantadas y económicamente arruinadas.

 

Después de mucho buscarlo, encontramos un apartamento que quedaba en el barrio donde vivían muchos judíos, sus calles estaban llenas de excrementos, pero qué más daba, por fin un sitio de donde no nos echaran y que tuviera llaves.  Nos lo alquiló sin garantía, un amigo de un amigo que nos lo prometió amueblado. Al final, nos dio un par de colchonetas, una nevera vieja cundida de pequeñas cucarachas, un televisor que nunca nos enteramos si era o no a color, y unas sillas rimax. No había teléfono,  no servían las luces de la cocina y tampoco la chapa de la puerta, los bombillos de la luz sacaban chispas de vez en cuando y una vez nos quedamos encerradas toda una mañana porque la puerta de entrada no sirvió más. 

 

Era el invierno de agosto de 2005, estábamos muertas del frío y tan desencantadas del producto argentino que no queríamos salir de la casa por desagradable que nos resultara. La realidad era muy cruel, nos dimos cuenta de  que muchos argentinos, de esos tan hermosos que antes no parábamos de mirar en la calle, eran unos aprovechados, que estábamos en riesgo permanente de que nos estafaran en cualquier tipo de negocio que hiciéramos, que las cosas que comprábamos venían con defectos de fábrica, y que la ropa que nos poníamos se descosía en la primera puesta. A pesar de todo ello, ahí seguía intacta la Avenida Corrientes, aún había librerías abiertas hasta las 2 de la mañana, aun se ofrecían recitales gratuitos y los teatros seguían presentando su arte. Aun estaba el tango.


El patriarca del rock

noviembre 11, 2008

 

Por: Carolina Rincón  manolobellon2

 

      Manolo Bellon ama toda la música, pero su género consentido es el rock, palabra que clasifica más como una actitud juvenil e irreverente que como un género musical.

 

Manolo Bellon fue uno de los adolescentes que durante la década de los sesenta se contagió de la «beatlemania», popular expresión que caracterizó una  admiración intensa y frenética hacia la legendaria  banda inglesa de rock The Beatles.  Desde ese entonces,  no ha habido un día de su vida en el que no piense en rock and roll.

 ……

 John Lennon, líder de The Beatles,  nació en Liverpool, Inglaterra, el 9 de octubre de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial.  Dos años antes, el alemán Waldemar Bellon, padre de Manolo Bellon, huía de Alemania con su Luisa esposa, por su activismo en la oposición contra el régimen de Hitler. Por esa razón Manolo no es alemán. Y aunque el destino de Waldemar y Luisa definió que Manolo Bellon naciera y viviera en Colombia, separado a un océano de Europa, la cuna de The Beatles, The Rolling Stones y Pink Floid; también definió que Bellon llevaría el rock en las venas.

 

La anterior afirmación cobra sentido cuando Manolo Bellon explica lo que significa la música en su vida: “Si me sacaran una muestra de sangre lo primero que podrían verificar es que está compuesta un 70% de notas musicales”.

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Bellon tiene 59 años y desde los 6 colecciona música.  A los 17 empezó a estudiar veterinaria, pero al poco tiempo entendió que no eran los animales sino más bien las guitarras eléctricas las que hacían vibrar su corazón. Por eso,  decidió ser disc-jockey. Hoy, tras 39 años de dedicación a la música tiene un gesto amable y relajado en su rostro y además tiene un largo currículo

Es un hombre irreverente y apasionado. Aunque las canas dejen ver su madurez y le den un toque sabiduría a su apariencia, su actitud es descomplicada y sencilla. Se exalta hablando de rock, parece un joven apasionado que defiende a capa y espada su banda, su ideología. Se emociona oyendo At the hop, de Dany and the juniors, una canción muy rocanrolera que hace parte de las aproximadamente 6800 que tiene grabadas en su Ipod. Últimamente adora el Alleluia interpretado por Marcos With.

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En 2003 Manolo Bellon lanzó su primer libro “The Beatles: La Historia”, en el que cuenta el surgimiento, el desarrollo y el fin  de la banda y  la vida sus integrantes, los llamados: fabulosos cuatro “fabfour,”  John, Paul, George y Ringo. Para escribir este libro, Bellon utilizó la colección de recortes de prensa que atesoró desde que era un adolescente. Aunque no ha podido acceder directamente a ninguno de los Beatles, ni a sus hijos,  asegura que mientras su salud y su cordura se lo permitan, no descansará hasta sentarse a conversar con Paul Mccartney, bajista y voz de The Beatles, y  autor de Yesterday, canción que ostenta el guiness record de la más radiada del mundo.  

Intentó entrevistar en el Dakota Building de Nueva York***, a la japonesa Yoko Ono, viuda de John  Lennon, que es conocida como una bruja entre los fans de The Beatles porque le atribuyen la separación de la banda. Sin embargo, la japonesa no permitió que Bellon llegara a ella. Le envió una razón con un hombre con cara de pocos amigos, mediante la cual le explicó que si quería hablar con ella debería hacer una solicitud escrita que pasaría a ser estudiada y respondida mínimo en dos meses. Hasta ese momento llegó la intención de Bellon de hablar con Ono.

….  

En 2007 Bellon publicó “El ABC del Rock”, libro que contiene un saber enciclopédico de los sucesos mas importantes de la historia del rock, ocurridos a lo largo de 90 años, en América y en Europa. Este libro es su autobiografía porque el rock es él mismo y al mismo tiempo el producto de su trabajo y su mayor compañía.

Manolo Bellon ama toda la música, pero su género consentido es el rock, palabra que clasifica más como una actitud juvenil e irreverente que como un género musical.   “El rock es un espíritu que tiene varias manifestaciones, porque recoge lo que dice la gente en la calle”.

 

Cuando tuve la oportunidad, me tomé el atrevimiento de  insinuarle a Manolo Bellon, que aunque en sus inicios el rock fue tomado como un movimiento anárquico de jóvenes rebeldes, hoy puede ser más visto como un género de leyendas representativas del siglo pasado, que todavía guarda algunos fanáticos. Inmediatamente se exaltó y me preguntó afanosamente ¿pero para usted qué es el rock? Simplemente asentí.

 

Después de unos segundos de reflexión, mi entrevistado me dio algo de razón. El rock clásico, el que hace delirar a Bellon, no es más es una manifestación de rebeldía sino más bien un clásico, socialmente aceptado. Ya no es una música que los padres consideran ruido… y eso dice mucho.  Antes de terminar con su respuesta, Bellon dejó claro que el rock sigue siendo una actitud irreverente, que tiene una inmensa capacidad para reinventarse  “siempre hay manifestaciones de lo que es la esencia del rock y siempre el rock vive el mismo proceso, por eso hoy  existe el punk y el hip-hop, porque manifestaciones anteriores se han vuelto aceptables.”

 

 En la Revista Cambio del 14 de noviembre de 2007,  encontré el siguiente título: “El Rock se aburguesó:!No me diga!”, Bellon escribe: “GRAN PREOCUPACIÓN hay porque el rock está entrando al torrente de música socialmente aceptada, absorbida por el Establecimiento. Sí, así, con mayúsculas. Hay tantas actividades alrededor del rock que parecieran ser más bien de música culta. No de la música rebelde por excelencia. ¿Cómo es posible que la expresión máxima de la rebeldía juvenil se deje absorber? Francamente no hay que ponerle mucha tiza al asunto, eso viene sucediendo desde hace cincuenta años”.

Con esas palabras Manolo Bellon terminó de explicar la molestia que le generó mi pregunta. Y Finaliza así: “… Tal vez en este momento fuera del tan vilipendiado reguetón, no esté pasando mucho, pero llegará. Y una vez más, ese feo invento ya cincuentón y canoso, reaparecerá y volverá a chocar contra el Establecimiento. Y cuando a usted le choca, significa que también ya está absorbido por el Sistema…”

Manolo Bellon está, hace casi medio siglo, deslumbrado por ese “invento cincuentón”. No obstante su deseo de continuar impulsando a los espíritus  rebeldes, ama los acetatos  y  deja ver su rechazo a la música electrónica: “porque los computadores no tienen sentimientos”.  Él, como muchos otros padres de familia,  sigue sintiendo una enorme nostalgia cuando mira el espejo retrovisor. 

 

¿Qué existe más allá de la música para Manolo Bellon?

Para poner todo en sus justas dimensiones es indispensable reproducir las siguientes palabras de Bellon: “cuando me iba a casar con mi esposa le advertí que yo ya estaba casado, que ella iba a ser mi segunda esposa porque la primera siempre ha sido la música”.  Claudia, su esposa, supo entenderlo y por eso hasta ahora siguen juntos y felices.  Bellon da la vida por ella y por sus hijas Jennifer y Jessica.  Comparten los fines de semana en las afueras de Bogotá preparando asados, y cuando  hay oportunidad, haciéndole barra a Santa Fe, tradicional equipo de futbol bogotano.

Siempre está al tanto de no dejar de lado su vida privada y su crecimiento personal. Le gusta leer sobre actualidad y sobre espiritualidad. Claro!  Siempre con música como protector de pantalla de sus pensamientos.

Su perro Shatsi también ocupa parte de su rutina diaria;  es un dálmata mediano, que tiene claro que su amo no se resiste a sacarlo a pasear cada vez que él le mueve la cola. Todos los días sale a pasearlo entre las 6:15 y las 6:45 de la mañana, a uno de los parques que quedan cerca de su casa. El perrito aparece en la pantalla de su celular. 

En el blog de Manolo Bellon, se lee que “Música se escribe con m  de Manolo”, y no en vano es hasta ahora el único colombiano que, sin haber participado en la grabación de un álbum, ha recibido por parte de EMI Music, un disco de oro por  la difusión de ONE. Un  álbum con la recopilación de 27 de las canciones de The Beatles, que alcanzaron el primer lugar de las listas oficiales pop de Inglaterra y de Estados Unidos.

Manolo Bellon hubiera dado mucho en la vida por ir a un concierto de The Beatles y por  conocer a Elvis Presley,  Jim Morrison,  John Lennon y a Frank Sinatra. Aunque eso no fue ni será posible, Bellon ha trasmitido el legado. Gracias a él, muchas personas nos hemos acercado a los íconos del rock y hemos podido revivir el espíritu revolucionario de los sesentas. Mientras viva el patriarca del rock vivirá la leyenda en Colombia.   


E[n 2004, la revista Rolling Stone  puso a The Beatles en el #1 dentro de su lista de 100 Greatest Artists of All Time. De acuerdo con la misma publicación, ellos innovaron la música y su impacto cultural ayudó a definir los años 1960 []y su influencia en la cultura pop aún es evidente en la actualidad, además de tener 4 álbumes entre los 10 mejores de la historia, incluyendo el 1º y el 3º. Unos años más tarde también fueron colocados en el puesto nº 1 entre Los Mejores Artistas de todos los tiempos por la página de internet de música Acclaimedmusic.net. Consultado en  Wikipedia 24 de mayo de 2008.

Ha sido locutor y director de estaciones radiales colombianas, Caracol Estéreo y La W Radio; presentador de programas musicales en televisión y en radio, Surcos del Pop, Flashback, La hora del regreso, entre otros; es conferencista y periodista de temas de cultura y del espectáculo. Actualmente es coordinador de la Discoteca Digital de Caracol,  que se encarga de la digitalización y documentación de archivos musicales y artísticos. También es líder del Departamento creativo y de producción  “Key Program”, programa orientado a clientes nuevos de la radio. También escribe en diarios y revistas colombianas.

*** Dakota Building de Nueva York es el  nombre del conocido edificio donde en diciembre de 1980, un hombre llamado David Charpman descargó 5 tiros de su pistola  sobre el cuerpo de John Lennon y acabó con su vida. Ese edificio que constantemente es asediado por fans del Lennon pues en el mismo sigue viviendo Yoko Ono.


El profesor Salomón: mi gurú por una semana

noviembre 5, 2008

Por: Felipe Cuervo – http://nianversonireverso.wordpress.com/

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Requisitos para ser un discípulo

Escuchar diariamente los designios que formula el profesor Salomón inspirado en los astros y llevar a cabo los rituales que prescribe, no es una tarea para nada sencilla. Primero que todo, hay que contar prácticamente con toda la mañana, de seis a diez, para seguir sus revelaciones a lo largo del Tropishow, el programa matutino de la estación radial Tropicana. Eso requiere de mucho tiempo libre: habrá que ser millonario o desempleado, digo yo. Parece que el profesor Salomón se dirigiera a un público de desocupados que hacen pereza en piyama, esperando que él les indique qué color lucir en sus prendas, con qué agüita especial bañarse, qué color de vela encender y hasta qué les va a pasar y cómo deben actuar. Todo para que puedan sintonizarse con la energía del día y, tal vez, ganarse el chance, con los números que el mismo profe proporciona.

Me imagino que muchas personas se gozan el Tropishow, pero en mi caso constituye un ejercicio de mucha paciencia. Fueron mañanas difíciles de sobrellevar, tengo que admitirlo. Me gusta la salsa vieja, la contemporánea más bien poco. El merengue no es que me mate. Pero de cualquier manera considero un esperpento despertarse con música de rumba, sea la que sea. Es como cuando lo encandelillan a uno prendiendo la luz de la habitación mientras aún está oscuro, o como tener un vecino vallenatero con un equipo de sonido con mil vatios de potencia, que madruga todos los domingos. Todo en su lugar y a su debido tiempo. Extrañé, pues, en la semana, un despertar tranquilo. Un discípulo como yo, rockero, rolo y meditabundo, necesita armarse de mucha paciencia.

El profesor Salomón también requiere de sus adeptos una despensa bien completa para poder preparar sus pócimas: miel, manzanas, romero, ruda, mandarinas, perejil crespo, canela en polvo, naranjas, velas de colores. En su defecto, un supermercado cerca de la casa o una tienda de barrio, de esas que venden de todo, para poder seguir las instrucciones del maestro. La mayoría de los ingredientes son para preparar baños: se agregan siempre a un litro de agua caliente y, también siempre, hay que bañarse sólo del cuello hacia abajo. Menos mal, no me imagino los pegotes en el cabello.

Otra exigencia que hace el profe a sus oyentes es la de poseer un armario bien completo o, al menos, bastante colorido. Es importante recalcar la necesidad de que el discípulo disponga de prendas de todos los colores, pues no se sabe cuál será el que al profe se le ocurra elegir para el día. Yo no soy homofóbico ni tengo nada contra los hombres que incluyen el rosa o colores similares en sus atuendos. Pero carajo, ¿me tengo que poner algo violeta? Ni siquiera tengo qué. Profe, le tocará prestarme una de las camisas de satín morado, de esas que van hasta las rodillas, con las que se le veía antes por Caracol T.V.

Instrucciones para algunos rituales

1. El ritual de endulzamiento

*Ingredientes:
– Un litro de agua
– Tres cucharadas de azúcar
– Una manzana roja
– Miel de abejas
– Un plato blanco

*El baño:
Caliente un litro de agua y agregue el azúcar. Báñese del cuello hacia abajo. Repita: “voy a endulzar mi temperamento”.

Cada una de las pócimas del profe está acompañada por una oración que debe repetirse literalmente, como un conjuro. Supongo que de no hacerlo así, corro el riesgo de que no se produzca el efecto deseado y en vez de convertirme en un príncipe, me convierta en un sapo. Para fortuna de todos, el buen profe suele repetir un par de veces el intrincado conjuro, de manera que un novicio como yo tenga el tiempo necesario para anotarlo.

“Voy a endulzar mi temperamento”. Repito la frase mágica formulada por el profe mientras me baño del cuello hacia abajo. Sigo cuidadosamente las instrucciones y trato de convencerme de que, por qué no, tal vez el baño puede ayudar a relajarme y a ser más tolerante. Pero siento la piel un poco pegajosa y no es nada cómodo. Hay que tener fe, dicen. ¿Será que los poros de mi piel absorben el azúcar y me endulzan por ósmosis metafísica el temperamento?

*La ofrenda:
Coloque una manzana roja sobre un plato blanco y báñela con miel por encima. Repita: “que me endulce en el amor con estabilidad y firmeza”.

Mucho dulce para mi gusto, me está hostigando, profe. ¿Y por cuánto tiempo debo dejar la manzana ahí, sobre el plato? Se ha adherido una capa de polvo sobre la de miel. Espero que no se pudra pronto. Si la lavo, ¿me la puedo comer? ¿O se desconfigura el conjuro? ¡Necesito instrucciones más avanzadas, profe!

2. El ritual de armonización de chacras

*Ingredientes:
– Naranja rallada
– Miel
– Canela en polvo

*Instrucciones:
Ralle la naranja y mézclela con la miel y la canela en polvo. Aplique sobre el plexo solar y pida: “que se armonice el chacra del amor” Después de cinco minutos, retire.

Mientras me aplico el ungüento ese en el chacra del plexo solar (un par de centímetros arriba del ombligo), repito el mantra que ha pronunciado el profesor Salomón para iluminarme durante el ritual: “que se armonice el chacra del amor”. Recomiendo este ritual los presidentes Chávez, Bush y Putin. Y por supuesto, a las FARC, a los paras y a Uribe. Mejor dicho, a todos los guerreristas. Repítanlo profusamente, quien quita que den resultado las palabras místicas del profe. Nos harían un gran favor.

Luego de estar cinco minutos sin camiseta, que fue el tiempo que el profe ordenó mantener la pócima haciéndose costra sobre la panza, me limpié y descubrí esa área de mi piel más tersa. Un mejor uso: podría ser la fórmula de una mascarilla. Aunque personalmente preferiría untárselo a un pan en el desayuno: tiene buen sabor.

Vislumbrando el futuro

El don que lanzó al estrellato al profe Salomón es el de la videncia. Puede predecir el futuro con base en la interpretación del movimiento de los astros y de la lectura de las cartas del tarot. A finales del año pasado publicó un libro con sus predicciones para 2008. En él, vislumbra el porvenir de los famosos colombianos al mejor estilo de la Negra Candela o Sweet: Juanes cosechará nuevos triunfos en su carrera; Shakira estará en un dilema grande con su pareja Antonio de la Rua; Verónica Orozco tendrá una participación muy destacada en una novela; Adriana Arboleda consolidará su relación. Al fin qué: ¿astrólogo o paparazzi? No me confunda, profe, socava mi fe.

También toca en su libro temas medioambientales y predice catástrofes en el mundo. ¡Qué novedad! Dice que se van a seguir derritiendo los polos: sí, profe, yo también veo Discovery Channel. Y nos hace una advertencia ecológica: “la urgencia y la complejidad de los cambios observados en las regiones polares exigirán la aplicación de un enfoque científico amplio e integrado”. No, mejor dicho, está para representar a Colombia en las conferencias internacionales sobre cambio climático.

Pero cuando en verdad intenta adivinar, pues a veces acierta, otras falla. Los deportes son un buen ejemplo. Dijo que el golfista Camilo Villegas se ganaba su primer torneo en la PGA y así fue. Pero también dijo que Mauricio Soler mejoraría su participación en el Tour de Francia: no contó con que se fracturaría la muñeca y se retiraría comenzando el Tour. Ojalá no le haya botado platica a esa predicción. De Montoya dijo que mejoraría en la Nascar, pero le va tan mal que hasta ha perdido a su principal patrocinador para el próximo año. Predijo para Millonarios la obtención de la estrella número 14. Hágale fuerza profe, todavía se puede, aunque hace veinte años no ganen.

En sus predicciones sobre política y conflicto interno, el profe sí está viciado. Decir que la paz llegaría a Colombia en el cuarto mes del año… ¡Plop!

La patrona de las causas imposibles

Santa Marta es la recipiente de la devoción del profesor Salomón. Precisamente tiene su templo místico ubicado de manera estratégica a pocas cuadras de la Parroquia de Santa Marta, en el barrio Chapinero de Bogotá. De esa manera, le da la oportunidad a los devotos de la Santa de complementar su fe católica con la astrología. Los fieles le rezan a Santa Marta por su poder para interceder en casos imposibles. Supongo que debo hacerme devoto también, para que promueva mi fe en el profe. Mientras tanto, no seré un discípulo idóneo y permaneceré inmune a las energías cósmicas que de él emanan.

Los que sí deben querer mucho al profesor Salomón, son los empresarios del chance. Ellos también deben ser devotos de Santa Marta. Puedo verlos orándole fervientemente para que les conserve al profe por siempre y, como siempre, incitando a sus discípulos a apostar. Yo no me gané el chance. Supongo que el designio de los astros para mí es que me gane la vida con el sudor de mi mente y no con la fe del de enfrente.

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La reina del camino

octubre 25, 2008

Por: Nathan Jaccard
De Usme a Torca, Bogotá de extremo a extremo, un purgatorio entre la 240 con autopista norte a la 140 sur. Un día en una buseta que circula por la ruta más larga de la capital de Colombia.

 
Los huesos le tiemblan, sus músculos suspiran y su cuerpo parece poseído por un hipo satánico. Va bajando, acelerada, la calle 48 sur, una flaca anaconda de asfalto que se enrolla en el cerro de Guacamayas, en el sur de Bogotá. A sus pies, se despliega un enorme tapete de concreto, decenas de kilómetros de la vista más hermosa de la capital colombiana. Un cálido vaho de smog grisáceo envuelve el horizonte.

Está llena, a punto de vomitar. El calor y el tufo a sudor se hacen insoportables, pero todavía faltan más de 30 kilómetros antes de llegar a Torca, en la 240 con Séptima, al lejano norte de la ciudad y poder respirar un rato.
Salió a las cinco de la mañana de Usme, un antiguo pueblo de placita, chicherías y ruanas que Bogotá está a punto de engullir. Su hogar, un lote de piso de tierra con un humilde quiosco de caldo de costilla a 1.000 pesos queda en la carrera 3 con calle 140 sur. No tiene intención de parar de correr hasta las nueve y media de la noche. Incansable.

Ella es la reina del camino, ella es la Menta.

Pesa 5200 libras, mide tres metros con cincuenta. Ostenta diez metros de largo, cuatro de ancho de pura carrocería made in Fontibón. Tan solo tiene dos años pero sus rines grasientos han recorrido 178.893 kilómetros. Como darle cuatro veces y media la vuelta al mundo. Engulle a 550 personas por día y se toma 180.000 pesos de ACPM. Su costo, 170.000.000 de pesos, lo mismo que un Porsche Boxster 2.7 último modelo.

A la Menta le gusta ponerse linda, lucir su falda blanca reluciente, con esos rayos rojos que le dan velocidad y su apellido tatuado en amarillo, Transconfort, para no perderse. Por dentro, su panorámico enseña pesadas cortinillas grises con flecos, como si se le hubiera ido la mano con el rimel. Poderosas centellas plateadas atraviesan su tablero azul eléctrico y un enorme bulldog café se asegura desde el timón de que nada malo vaya a pasar. Del retablo cuelgan chapas de Mercedes, Cadillac y la Virgen del Carmen, la trinidad del motor. Y por todo lado, luces azules que titilan como un árbol de navidad cada dos minutos, cuando la Menta frena.

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«Quien eres tú, de que te las picas, que todo te ofende, que nadie te entiende», escupen los bafles. La robusta voz de Giovanni Ayala, el ídolo de la música popular colombiana, arrulla a Willington López, el amante de la Menta, que fatigado trata de controlarla. Tiene 26 años, 8 domando motores, 2 hijos, camisa blanca de cuadros azules, bozo, pantalón beige, zapatos de cuero café recién embetunados, un anillo plateado y corte de gallo: rapado en la base de la cabeza y el resto parado con gel.

La Menta es una puta de lujo. Su proxeneta, Alirio Guzmán, que posee 12 mozas más, le exige a Willington 320.000 pesos diarios para poderla sacarla. Y de 1.200 pesos en 1.200 pesos, que es lo que vale el pasaje, Willington espera conseguir 50.000 o 60.000 pesos limpios en 4 recorridos, 16 horas de trabajo y casi 300 kilómetros de camino. Seis días a la semana. La Menta y sus 20.000 colegas de la capital producen, según la Secretaría Distrital de Movilidad, entre 5.000 y 5.600 millones de pesos por día.

Willington se levanta a las tres de la mañana y sale de Comuneros, el barrio donde vive en la calle 65 sur, a Usme para recoger a su doncella. Tendrá que aguantarse la cantaleta de la Menta hasta las nueve de la noche, cuando vuelve a casa, visita sus hijos y se va a acostar en el hogar de sus padres. «Duermo como 4 horas diarias, pero igual esa cama es dura como una piedra», sonríe viendo la carrera 10, a la altura de San Victorino, una de las manzanas más mercantiles del centro de Bogotá.

La Décima es el reino de los motores, una avenida de cuatro calzadas abarrotadas de ejecutivos, cebolleros, busetas y colectivos que luchan en una nube de exostos por los 1.200 pesos del viaje. A los costados, con la cara impávida, el gentío sale de centros comerciales de poca monta como El Mayorista, Puerto Locura o Edificio Cosmo.

La Menta, como en la batalla de Stalingrado, avanza palmo a palmo, combatiendo con rabia contra sus congéneres. Se detiene cada cinco metros. Sedujo un par de nuevos clientes con su tabla azul clarito y rosado fluorescente «Torca-Lijacá-Usaquén-7ª-240». En Bogotá, según el DANE, hay 19.274 vehículos de transporte público que riñen día a día en 661 rutas diferentes por 3,6 millones de pasajeros.

«Lo más difícil del negocio es que toca pelear con los compañeros, por que cada uno tiene que hacer lo suyo», dice Willington, mientras recibe la plata, vigila los pasajeros, está pendiente del chillido del timbre para la parada, mira el retrovisor y tiene un ojo sobre el tráfico. El pulpo del volante.

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Después de San Victorino, medio centenar de personas se apeñuscan en las 30 sillas de plástico y los ocho metros cuadrados del pasillo metalizado de la Menta. Sufren en silencio, recostados contra las ventanas, dormitando o viendo la ciudad con ojos pensativos. El recorrido es largo. Según la Secretaría Distrital de Movilidad, los habitantes de Usme tienen que viajar 17 kilómetros para ir a trabajar. Los que viven en Chapinero tan solo se desplazan seis kilómetros.

«Omar me encargó un trabajo y después la china no nos quería pagar. Le puse un abogado, como cuatro millones y medio me debía. Ahora voy para la Aurora a reclamar la plática», le cuenta un joven de pantalón de pana café, camisa y pelo corto a la vecina que se acaba de encontrar en el sofocante vientre de la Menta.

El pregón de Antony, joven de cara torturada, tenis de tres pisos, Jean Thommy Hilfiger chiviado y maletín negro, corta de un soplido la conversación. «Damas y caballeros, excúseme interrumpirlos», entona robotizado. «Represento el ministerio cristiano de rehabilitación Maná. Vendo flores de papel de seda aromatizada para que esto siga adelante, para ayudar a más personas que sufren el flagelo de las drogas, el alcohol, las pandillas», añade. «1500 una flor, pero cualquier colaboración es bienvenida». Cuatro pasajeros escarban sus bolsillos y sueltan alguna moneda. Anthony agradece. Cierra con un exaltado Corintios 5:17 «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas».

Dos vendedores más tarde, la Menta le da la mano a José, trigueño de bufanda y sombrero negro, mirada amable y uñas largas. Rasgando su tiple, entona unas oscuras coplas de Joropo, la música de los Llanos orientales:
«Un cantante llega desde el lejano Orinocooooo
He caminado mi patriaaa
He andado con tristezaaaaa
La paz se perdióooo
Hoy Colombia es odio y venganzaaa
La injusticia engendra guerraaaaaa
La paz viene de Dios
Si estoy con Cristo seré el hombre más feliz»
Tímidos, los aplausos se hacen más fuertes y cubren, por un momento, el rugido de la Menta. El músico hace pasar su sombrero de vaquero y logra recoger 3.200 pesos. Continuará con su concierto sobre ruedas, hasta completar lo del diario vivir para sostener a su familia.

*****

El día se acaba y la Menta duerme, plácida, en su lecho de polvo aceitoso de Usme. Algunos ladridos de perro callejero rompen la noche, perdiéndose entre las miles de luces que cuelgan del cerro vecino.
Al fin, la Menta descansa. Y sueña. Sueña con una ciudad sin huecos. Sueña con una ciudad sin metro. Sueña con una ciudad sin carros. Sueña con una ciudad sin buses. La Menta sueña con quedarse sin frenos y quedarse varada un rato.


Entre voces y sentidos

octubre 6, 2008

Por: Sandra Pérez, Gloria Esquivel, Nathan Jaccard, José Pablo Velez, Julio Caycedo, Esteban Borrero

  


 Entre voces y sentido: una crónica para radio sobre la vida de dos ciegos en Bogotá.


Algunos apuntes sobre el curso prematrimonial

septiembre 24, 2008

IMGP1218

Por: Gloria Susana Esquivel González

 Yo imaginaba que el infierno consistía en un tiquete de ida sin regreso a Miami. Pensaba  que su locación geográfica era la sala de espera del Sisben, o que se podía vivenciar al escuchar una grabación continua de un disco de Lady Noriega o en acudir un recital de poesía de Aura Cristina Geithner. Todas esas imágenes estaban erradas: el infierno se vive cuando uno se ve embarcado todo un fin de semana, 13 horas entre sábado y domingo, en medio del curso prematrimonial, requisito indispensable para casarse por la Iglesia Católica.

El curso se da en un pequeño salón lleno de íconos religiosos que no tiene aire acondicionado, con grandes ventanas que dejan pasar el sol bogotano de las dos de tarde (ese que aletarga y amodorra)  y con paredes color crema, cuya única función es crear una atmósfera tan fresca como un la de un guayabo en Girardot.

 Las ocho conferencias que se dan a lo largo del curso son dictadas por dos sicólogas, un teólogo, tres sacerdotes y un médico, quienes son los encargados de recalcar la importancia del sagrado sacramento del matrimonio en la sociedad. El público que los escucha no es muy activo. Las 24 parejas inscritas están más interesadas en  manifestar su cariño con apapuchos que en responder las preguntas de los conferencias. Los conferencistas saben esto y por eso no ponen mucho empeño en preparar de manera profunda sus charlas. Es como si quisieran apurar  la experiencia del curso. Terminar rápido. Salir de esto lo antes posible. Porque a medida que pasa el tiempo la atmósfera recalentada color crema parece entibiarse un poco más.  Cuando entran en confianza, los novios comienzan a acariciarle la oreja a su amada, a limpiarle las boronas de la boca, a darle piquitos en el cuello o a cogerse de la mano para no soltarse nunca, ni siquiera cuando quieren pedir la palabra para gritarle a las otras parejas lo mucho que se aman.

Y es que desde la primera conferencia la imagen recurrente es ‘la pareja’. Ese concepto difuso, de los mismos creadores de la ‘media naranja’, que niega cualquier articulo demostrativo y lo cambia por un incómodo posesivo: ‘mi pareja y yo nos conocemos desde el colegio.’ ‘mi pareja y yo montamos bicicleta juntos’, ‘mi pareja y yo nos besamos apasionadamente en el cine’. Puede que yo peque por falta de romanticismo, pero en esas construcciones gramaticales claramente se anula a ‘la pareja’ y éste se convierte en un apéndice que bien podría ser ‘mi codo’, ‘mi rodilla’ o ‘mi paladar blando’. En este momento yo no tengo pareja. La persona con la que estoy tomando el curso prematrimonial es un completo extraño y al pasar al frente a presentarlo me invento una historia de amor aburrida que parece no satisfacer las miradas curiosas de los contrayentes, quienes no saben qué resulta más confuso: que una chica tan joven se case, o que pase al frente y no presente a su pareja como ‘la pareja’ sino que lo llame por su nombre propio, sin adornarlo con epítetos melosos como ‘mi cosita sabrosita’ o ‘mi gatico Micifú’.

De pronto la única manera correcta de tomar el curso prematrimonial es hacerlo como yo lo hice: con un completo extraño.  Ese parecería ser el mensaje cifrado que quiere dar la sicóloga encargada de la conferencia de “Comunicación” al decir que entre las parejas que ya han convivido hay ‘una montaña de resentimiento’. Para derrotar este flagelo hay que comunicarse de manera asertiva-efectiva, que habla con respeto, valora el diálogo y es ejercido por personas realizadas, satisfechas y con alta autoestima. Todos deberíamos ser asertivos, pero como a veces eso se nos dificulta, la sicóloga amablemente esboza tres frases asertivas que nos pueden sacar de aprietos cuando estemos en medio de una embarazosa pelea con ‘la pareja’: “Te entiendo…sin embargo yo creo que…” “Puede que tengas razón, pero yo sigo pensando que….” “¿Qué es exactamente lo que no te gusta de…?” “Te entiendo, te bebiste la quincena con tus amigotes, sin embargo yo creo que la próxima vez podrías tener la delicadeza de invitarme” “Puede que tengas razón, pero yo sigo pensando que yo soy la que tiene razón” “¿Qué es exactamente lo que no te gusta cuando te pido el favor de que me saques la uña del pie que tengo encarnada?”  

Al pasar el tiempo, me voy dando cuenta de que a lo largo de todo el curso el tema de la infidelidad ha sido una constante. Para la sicóloga que da la charla de “Antropología de la pareja”,  mujer en sus treinta con un discurso que tiene dejos de Simone de Beauvoir mal leída, la infidelidad hace parte de ese yugo patriarcal que hemos heredado de los hebreos y de los griegos y no hay nada que hacer frente a esto. Es más, ella hace un génesis cultural del matrimonio en Occidente, y concluye que el hombre siempre esperará de la mujer que le cocine y que se reproduzca mientras se va de copas y de camas con otras dos o tres “señoritas”. Y entonces, ¿qué se puede hacer ante esto? La respuesta es evidente: comunicarse, no dejar entrar a terceros a la relación y siempre ser sinceros.

Si me preguntan a mí, me parecería más útil que en este curso enseñaran como desplazar a esos terceros, como mentir sobre el “viaje de negocios” sin ninguna culpa o como ser lo suficientemente sinceros para mirarse a los ojos y saber que la relación se está comenzando a desgastar. Si están tan preocupados por “el león rugiente que se encuentra en la puerta esperando devorar” (como define la infidelidad el hombre que  enseña sobre los rituales de la liturgia y el matrimonio)  deberían anexar un folletico con los teléfonos y las direcciones de esas agencias de detectives que cazan infieles y enseñar a interpretar extractos bancarios para descubrir cuentas secretas.

Tal vez ese componente práctico puede sonar un poco misógino y radical, pero una de las lecciones más valiosas del curso las recibí en la clase de “Madurez Sicológica” en donde un amable sacerdote resalta que las diferencias entre hombres y mujeres no son solamente biológicas. “El hombre tiene una inteligencia discursiva, racional, argumentativa. La inteligencia de la mujer se llama astucia. El indio también tiene esa astucia. El indio sabe quien lo va a robar y quien no.” Y es que este docto conferencista recalca constantemente que el matrimonio tiene dos componentes básicos: los hijos y el dinero. “¡Qué cosa tan rara que el amor dependa de la plata! Pues así es, qué le vamos a hacer.” De esta forma, la astucia de la mujer resulta ser un componente importantísimo a la hora de hacer negocios. “La mujer le dice al esposo: no te fijaste en tal detalle, en tal palabra, nos van a robar…” Fíense de sus mujeres hombres del mundo, así como Dionisio Pinzón sentaba a su Caponera al lado para que le trajera suerte, la esposa debe ser la india astuta que ayuda al marido a detectar torcidos.

Ahora, importante recalcar que “un matrimonio sin hijos es un jardín sin flores”. Tal vez por esta razón se de una conferencia sobre salud sexual y reproductiva, la cual busca esbozar los métodos de anticoncepción y las enfermedades de transmisión sexual. Por alguna extraña razón, el hombre que da esta charla entre chiste y chanza desdeña de los métodos de anticoncepción mecánicos bajo el argumento de que todos somos alérgicos al látex del cual están hechos los condones, reprocha los métodos químicos y hormonales y advierte que el único método 100% efectivo es la abstinencia. Como eso de “quedarse quietos” puede resultar complicado para los futuros contrayentes, el simpático médico procede a explicar con pelos y señales como funciona el método del ritmo. Su explicación es clara. Por primera vez entiendo cómo es que el ciclo menstrual de la mujer permite distinguir los días más fértiles de los no fértiles. Podría comenzar a usar el método del ritmo para planificar. Y también podría tirarme de un paracaídas roto de la torre Colpatria. ¿Qué sería de la vida si no se toman riesgos?

El clímax del curso prematrimonial llega con la clase “Dimensión litúrgica y sacramental del matrimonio”. En esta conferencia, un teólogo que tiene como manía hablar en refranes y nunca terminarlos para que el entusiasta público participe, puntualiza que el matrimonio es un sacramento…sagrado pero que en la vida real esto no se cumple porque del dicho al hecho hay mucho….trecho. “Dios nos llama a la vida matrimonial como realización de vida.” Para mí, palabras vacías que articuladas en conjunto me dan la sensación de que me voy a condenar en el infierno por solterona. Creo que lo que intenta decir mi amigo conferencista, entre refranes incompletos y frases interrumpidas, es que si uno no se casa no es nadie;  porque no se reproduce, y si uno no se reproduce pues se saltó un paso importantísimo entre crecer y morir y en esa última etapa sólo quedará la soledad, y soledad puerca, con imagen clichesuda de  gatos que se comerán mi solitario cuerpo y todo. Acto seguido, comienza a leer algunos pasajes de la Biblia (como la primera carta a los Corintios) en donde se explica que el amor verdadero es paciente, comprensivo, soporta y perdura por los siglos de los siglos…Amén.

Después de esta conferencia comienzo a creer que el curso prematrimonial debería ser enteramente consecuente. La Iglesia católica debería velar por el cumplimiento de aquello que se predica en esta clase y llevarlo hasta sus últimas consecuencias. Si Juan 4, 9-10 exige que para casarse uno debe dar la vida por el otro, pues en las horas previas al matrimonio el novio debería caminar sobre brasas ardientes por la novia y ésta debería lamer las llagas de los pies de su suegra. Aquél que esté dispuesto a pasar esas pruebas, y sólo aquél que las pase, recibe su certificado del curso prematrimonial y de casi mártir de la Iglesia. Podría matar dos pájaros de un solo tiro, y hasta mandar a enmarcar ambos diplomas en el mismo sitio.

Si lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre, pues deberían ser excolmugados aquellos impíos que se divorcian. Debería haber un ente fiscalizador que hiciera visitas domiciliarias para corroborar, en primer lugar, que la mujer que se está casando es virgen; luego, que el matrimonio se está consumando y que ningún anticonceptivo demoniaco está obstruyendo la proliferación de la descendencia y en último lugar, que la pareja estará junta hasta que la muerte, y no la moza, los separe. Así, en realidad sería una celebración genuina el contraer matrimonio por la Iglesia Católica, pues significaría una convicción ni la verraca por parte de la pareja.

***

De pronto, con los ojos del amor el mundo sí se ve más bello. Tal vez como dice Chayanne, estar completamente enamorados equivale a estar “como borrachos yo no sé de qué”. Dos días, sábado y domingo, encerrada en una parroquia para mí traducían tortura, para las parejas, una oportunidad de afianzar su relación. La falta de aire acondicionado en el salón de las conferencias para mí traducía soroche, para las parejas, otra manera de ‘entrar en calor’. El ensayo de los votos matrimoniales, con pajecitos falsos y todo, para mi traducía ridiculez, para las parejas, la emoción más grande. Hasta el certificado final, impreso en papel Kimberly con letras de colores y la foto de una pareja de casados mirando hacia el ocaso infinito de su amor mientras caminan por la playa, para mí resultó ser el complemento perfecto para explicarle a un extranjero lo que significa el adjetivo ‘mañé’, para las parejas era la materialización de su amor puro y verdadero.

La gran moraleja que cierra el curso es una cita atribuida a William Shakespeare: “El secreto de la felicidad  conyugal consiste en exigir mucho de sí mismo y poco del otro.” Cita completamente romántica que nos da un mensaje de entrega y de tolerancia con el otro. Ni Walter Riso habría podido poner en palabras más precisas lo que significa en realidad el matrimonio.

 No necesariamente.

Creo que Shakespeare, aparte de hacer famoso el clásico ser o no ser también dijo en el soneto 130: “Los ojos de mi señora no se parecen en nada al sol (…) Admito que nunca vi caminar a una diosa (mi señora cuando anda pisa el suelo). Y, sin embargo, por el cielo tengo a mi amor por tan extraordinaria como cualquiera a la que contradijo con falsa comparación.” Mensaje un poco más realista que no habla de un amor subyugado de autoayuda, sino del abrir los ojos y ver en realidad al otro, no como un apéndice extra sino como a un ser humano. De pronto eso significaría desemborracharse y quitarle toda la mística y el romance al amor.

Podría significar pasar un guayabo más terrible que el de Girardot.


Geek punk o anarquía en la nevera

septiembre 24, 2008

ego;

 Por: Gloria Susana  Esquivel González

(foto: http://www.flickr.com/photos/gatocalculista/)

 

Podríamos clasificar el sonido de una licuadora como una continuidad medianamente intensa. Mmmmm, mmmmmmmm, mmmmmmm. Eso nos daría el beat. El choque de los tacones contra las baldosas del piso, clac clac clac, podría hacer las veces batería, pero tendría que estar acompañado por un sonido que llevara la melodía. Pensemos, pensemos…tal vez el de la lluvia de tarde de domingo sobre tejas de barro (ese sonido es como un murmullo, resulta irreproducible en una onomatopeya), o el golpe de la hoja del cuchillo contra la tabla plástica cuando se corta un tomate, sac sac sac. “Todos los eventos sonoros de la vida diaria pueden ser eventos musicales plenos.”, me dice Andrés Gualdrón, teclado, voz y programación de ego; , mientras intenta explicarme el núcleo de su proyecto musical. Ego; es un grupo de pop-punk que intenta introducir en sus composiciones elementos experimentales para cuestionar de manera directa lo que se entiende como música. “Asimilamos sonidos del mundo en nuestra música, pero lo más lindo seria que nuestra música se asimilara a la vida diaria. Que nuestra música no interrumpa el continuo de las músicas que hay.” Intento hacer un compendio de mis sonidos favoritos: el clic clic clic del teclado cuando escribo muy rápido, el maullido seco y profundo de mi gata cuando se pone a cazar moscas, mi esfero negro micropunta cuando hace un primer contacto con la hoja y la rasguña, tras tras tras. Puede que Andrés tenga razón, somos participes de múltiples eventos sonoros, pero no sé hasta que punto eso pueda llamarse música.

 

Andrés no es muy alto. Sus ojos y su pelo son muy negros. No se puede quedar quieto y lo primero que le dice a Juan Pablo Bermúdez, guitarra, voz, programación y contraparte de Andrés en ego; , cuando lo ve es: “Toes que care’ Vietnam”. Ése es el tipo de humor de Andrés; algo hermético y con referencias cruzadas. Cuando le digo a Andrés que me hable de él se ríe y cuestiona mis métodos periodísticos. Después me responde con la voz más seria que tiene que es un ‘pelao descomplicao’, que le gusta la rumba joven, la rumba cross over. Se ríe y baja la mirada. Su voz cambia y se aterciopela. Si las voces tuvieran texturas, la voz de Andrés tendría la textura que tiene el chocolate cuando se derrite y se vierte, pero esa textura y ese tono sólo aparece cuando se pone serio. Me dice que es una persona volátil que se deja llevar por la emocionalidad. Que tal vez esa emocionalidad es la que lo ha llevado a cometer los mayores aciertos y desaciertos que ha tenido en su vida. Su hermano Miguel confirma la pasión con la que Andrés vive la vida, pero asegura que esa emoción puede ser contraproducente, que Andrés fácilmente pasa de la euforia a la tristeza y que a veces no puede soportar el golpe del fracaso. Andrés sabe que es así y muy probablemente eso fue lo que lo llevó a ego; .

 

Su interés por la música comenzó desde muy pequeño. Su papá se desesperaba con él porque era imposible hablar con Andrés sin que estuviera haciendo ruido. Golpeaba las cucharas y los platos a la hora de comer y en el colegio tamborileaba sobre su escritorio con el lápiz. Este interés por generar ruido derivó en la compra de una batería, de la compra a la práctica, de la práctica al estudio, del estudio a la duda: “A mi me interesó la batería desde muy chiquito, pero cuando tuve que mantener el interés por el instrumento, pues, no pude porque llegó mi ser emocional a recordarme que mi verdadera obsesión era la composición.” En ese momento Andrés decidió dejar sus estudios de batería y comenzar a estudiar composición en el programa de música de la Pontificia Universidad Javeriana. Para él, la composición le abrió el horizonte como persona que quiere reflexionar sobre el arte, aunque lo alejó del interés por la interpretación de instrumentos.

Sin embargo, Juan Pablo piensa que Andrés es un muy buen músico. “Él es muy bueno en el nivel mas chévere en el que uno puede ser bueno. La mayoría de las personas piensan que un buen músico es un duro con un instrumento y a él no le interesa eso, sino los aspectos más estructurales del asunto. Además es un duro.” Juan Pablo sabe que no podría haber encontrado mejor ‘partner in crime’. Él ve a Andrés como un tipo de mente abierta que puede disfrutar tanto una copla llanera como una obra serialista, y con el que puede compartir un montón de influencias pop. Juan Pablo dice que Andrés es lo que sale si se mezcla un hippie con un punk con un geek. Yo me pregunto que tipo de música puede salir de esa mezcla.

Juan Pablo es muy alto y usa gafas. También tiene el pelo negro, pero el de él es liso y por esta razón se ve, bajo cierta luz, azulado. Juan Pablo va a otra velocidad. Su hablar es pausado y tras cada pregunta que le hago toma la grabadora y comienza a examinarla bajo diferentes ángulos. Siempre me advierte que se va a tomar su tiempo para responder y yo sólo me quedo observándolo y disfrutando los diferentes juegos que entabla con los objetos que están encima de la mesa. Toma una manzana y la hace girar, golpea un candelabro repetidamente y me pide que escuche el retorno que genera el sonido. Después de mucho pensarlo me dice que él piensa que es una persona a la que le gusta mucho escuchar. Andrés piensa algo diferente sobre él. Me dice que Juan Pablo es un hombre muy valiente, como un primitivo que se mete entre la selva a luchar contra lo desconocido. Resalta de Juan Pablo su gran tenacidad y me confiesa que si no fuera por esa tenacidad el concepto de ego; seguiría estando en pañales. Marleny, quien ha trabajado en la casa de Juan Pablo durante once años, opina igual que Andrés. Para ella Juan Pablo es un bacán, cariñoso y colaborador. No obstante, me dice que desde hace algún tiempo como que se volvió loco porque se la pasa por la casa tirando platos al piso y golpeando las puertas con todo tipo de objetos.

 

Podría decirse que soy testigo fiel de esa experiencia. Juan Pablo decide que hoy será en día en el que se grabará el sonido de un plato metálico golpeándose contra el piso de ladrillo de su casa, splaaat splaaat splaaat, y que le gustaría que yo tirara algunos platos. Después del primer golpe, Marleny sale de su cocina. “Ya me está comenzando a asustar”, dice con un tono resignado y vuelve a entrar seguida de Juan Pablo, a quien se le ha ocurrido una mejor idea. Hoy quiere grabar el sonido de la olla exprés en donde Marleny está cocinando el almuerzo, bluup bluup bluup. Yo le pregunto a ella si no le molesta nuestra presencia y desde sus ojos gigantescos me responde que ya está acostumbrada, que Juan Pablo la ha puesto a cantar, a saltar y a tomarse fotos. Y es que si entramos al myspace de la banda: http://www.myspace.com/egomusica, encontramos que en sus principales influencias, al lado de Chuck Norris y de Lucho Herrera está Marleny Cano. Ella participa en “música concreta”, le samplearon la voz diciendo “weird weird lady” y en la galería de fotos se puede ver una imagen de Marleny con una camiseta roja, frente a una pared blanca entre dos arbustos muy verdes, preparándose a saltar.

 

Ego; se llena de imágenes bonitas y de analogías visuales que complementan lo sonoro. Juan Pablo y Andrés afirman que se encontraron en un momento en el que ambos tenían ganas de hacer lo que se les viniera en gana, sin regirse bajo ningún tipo de regla externa para hacer música. Ellos lo llaman “anarquía”, pues consideran que no hay nada que gobierne su música y que se podría hacer una labor política al intentar recuperar la musicalidad de los objetos que no son categorizados socialmente como musicales. Piensan que su música es geek pop – punk y para mí ese es un gran problema. No entiendo cómo una música tan pensada desde la reflexión estética puede ser pop. Las influencias de ego; se agrupan bajo el título “intelligent dance music” (otro nombre que me pone a pensar en mil y un problemas de marketing y difusión), y entre ellos se encuentran Matmos (reconocidos por grabar junto a Björk y por configurar armonías utilizando samplers de liposucciones) y The Books (quienes se autodenominan coleccionistas de sonidos). Andrés me explica que a la hora de hacer su música, la regla no es ser experimentales sino hacer lo que sienten. Para él una de las influencias más grandes que tiene ego; es Café Tacuba pues “son la prueba viva de que la absoluta libertad puede ser comunicativa”. Juan Pablo lo complementa diciendo que “no por ser experimentales vamos a negar que una batería bien puesta suena una chimba, o que una canción pop bien amarrada es una obra de arte maravillosa. Como “Niño” de Belanova.”

Ver a ego; en escena es una experiencia diferente. El espectador puede encontrar en medio de dos baladas un reggetón que toma como base una fuga de Bach, o una canción cuyo instrumento principal es la voz de Andrés leyendo las instrucciones para usar el shampoo marca “Ego”.  Este tipo de ejercicios en escena hace que algunas personas que los han visto los tilden de “chocolocos sin sentido” o que no entiendan que lo que buscan hacer es otro tipo de “música anarquista” a la que no se está acostumbrado.

Sin embargo, existe un público que si está interesado en la manera en la que ellos conciben la música y que piensan que son originales dentro de la escena bogotana. Esa originalidad resulta muy valiosa para quienes los escuchan y piensan que su música aunque industrial y electrónica resulta orgánica, “la música está muy viva, es un pequeño caos organizadito”.

Juan Pablo me cuenta que alguna vez pensó que Andrés era el gas del briquet y él la chispa, que en determinando momento él quitaba la rendija y se armaba la llamarada. Para ellos el cuestionar la materia prima de la música es un interrogante que les sale de las entrañas. Y dice Juan Pablo: “si uno hace lo que le nace de las entrañas y lo que realmente quiere hacer debe, inevitablemente, salir algo valioso.”

 


Mike Forero al servicio del deporte colombiano

septiembre 23, 2008

Por: Miguel Saldaña

Mike Forero Nougués, con 87 años y más de 70 en el oficio del periodismo, es considerado por los periodistas como uno de los mejores cronistas deportivos que ha tenido Colombia. Fue director de las páginas de El Espectador por más de tres décadas y director nacional del Instituto Colombiano de la Juventud y el Deporte, Coldeportes.

Los años no llegan solos. Pero a Mike Forero no le duele nada. Cuenta con una salud excepcional. No solo monta en bicicleta y hace pesas también ejercita su mente al relatar los acontecimientos de los 8 mundiales de fútbol y los 7 juegos olímpicos a los que asistió, o cuando hizo que Colombia regresara a los juegos olímpicos por allá en el 54 en Melbourne, Australia. Es todo un espectador del deporte. Este viajero por naturaleza deja plasmado en los periódicos colombianos sus crónicas y sus anécdotas que se convierten en aportes valiosos para el periodismo y el deporte de nuestro país.
«Una de las mejores plumas del deporte, sus análisis hicieron historia. La facilidad en el manejo del idioma, y sus conocimientos lo hacen toda una autoridad del periodismo escrito» afirma el colega de Mike, Giovanny García.
Mike, siempre elegante, con vestido, corbata y gafas como tal intelectual, me esperaba a la entrada de su apartamento al norte Bogotá. Su interior se veía un poco apretado pues no caben los miles de libros que tiene en la sala, en su cuarto, por todos lados. En su mayoría sobre historia, deporte y periodismo. Su sala esta adornada con una pintura de más de cien años que retrata a su tatarabuelo, un mostrador heredado de su padre con fotos de su familia, condecoraciones que ha recibido a lo largo de su vida y la foto de su equipo predilecto, el Independiente Santa Fe. Cultura, conocimiento y tradición es lo que se respira en el primer piso de aquel conjunto residencial.
Sin mucha prisa nos sentamos y empezamos a conversar. Con su voz ronca y fuerte que demuestran vigor y energía me empieza a contar los retos de su existencia para convertirse en uno de los periodistas más importantes del país.

Una tradición Familiar

Su padre fue el señor Guillermo Forero Franco, un periodista destacado en los años 1900, cuando plasmaba en el periódico El Mercurio de Bogotá sus ideas liberales con las que se oponía a la dictadura del General Rafael Reyes y apoyaba al futuro presidente Enrique Olaya Herrera. Por su oposición contra la dictadura, el General Reyes lo exilió. Mandó a Don Guillermo para la Guajira a que se contagiara de fiebre amarilla, sin embargo sobrevivió y pudo salir al extranjero exactamente a los Estados Unidos. Después de unos años, cuando la marea estaba mucho más calmada regresó a Santander su pueblo natal, en donde conoció a doña Concepción Nougués, hija de un inmigrante francés, con la que emprendió viajes por todo el mundo y con la que tuvo cuatro hijos. La primera nacida en New York, Marión, que fue bibliotecóloga de la misma ciudad, seguida por Luís Guillermo nacido en México, quien fue el médico que le practicó la autopsia al líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, un político popular colombiano que fue asesinado en Bogotá. Después Santiago nacido en Inglaterra, convertido en periodista al igual que su hermano Mike quien es el último de la camada, que nació en Colombia, el 21 de diciembre de 1923, en Piedecuesta Santander,. «Esta ciudad es lo que más extraña Mike y en donde quiso haber vivido más», dice su paisano Cristian Argüello.

Su carrera como periodista

Don Guillermo siguió viajando y en uno de esos viajes, estando en Londres en una carrera de caballos que era su afición, hizo amistad con el diplomático peruano Augusto Leguía, quien al ser elegido presidente del Perú, lo invitó a radicarse en Lima y trabajar en su diario político La Prensa, que era para ese entonces el periódico con la mayor tecnología y que contaba con la mejor rotativa de América del Sur. Y es en ese preciso momento, donde aquel niño curioso llamado Mike Forero se convirtió en el operador de aquella máquina innovadora. «Desde niño sentí que tenia que seguir los pasos de mi padre» dice Mike. Al mismo tiempo como llegaban periódicos de muchas partes del mundo, su padre lo ponía a recortar las historias y cuentos que más le llamaran la atención para reproducirlos en el periódico.
Unos años después llegó de nuevo la familia Forero Nougués a Colombia. Mike ingresó a realizar sus estudios en el Colegio Mayor del Rosario de Bogotá en donde se graduó como bachiller. Y mientras estudiaba, empezó a ganarse sus primeros pesos, enviando un artículo deportivo por semana a la Revista el Gráfico. Al desaparecer ésta, la Revista Cromos lo acogió en sus páginas y empezó a trabajar con ellos.
A la par con el periodismo, ingresó a la Universidad Nacional a estudiar educación física hasta conseguir su título profesional. Ya con los conocimientos adquiridos en deporte y con la experiencia periodística que tenía, incursionó en la radio creando al lado de un antioqueño, Miguel Zapata Restrepo, La Polémica de los Deportes de la Cadena Caracol, donde discutían la jornada del fútbol nacional. Poco tiempo después, también en radio, trabajó para el programa diario de la actualidad El país, donde comenzó a hacer sus primeras reporterías con grabadora en 1948, año en que inició el Fútbol Profesional Colombiano. «Tenía que salir a la calle con un secretario que me cargara la grabadora que pesaba un montón y que tenía un rollo de alambre largo para la grabación aunque para ese entonces era la sensación» dice Mike entre sonrisas, porque comparaba mi grabadora con la que utilizaban en ese tiempo.
Recuerda Oscar Restrepo, periodista y amigo, que Mike los domingos salía para el estadio y al terminar la fecha, llevaba las grabaciones del partido de Bogotá. Por onda corta captaban y reunían los resultados de los otros partidos de las diferentes ciudades y con sus colegas en ese mismo día hacían el programa, inventando personajes ficticios que iban de estadio en estadio para presentar una versión muy original de los partidos y las mejores incidencias en sus crónicas.
Tuvo que abandonar por un momento el periodismo por la controversia política que había para ese entonces, cuando existía el conflicto entre conservadores y liberales, y por evitarse dolores de cabeza Mike tomó la decisión de salir del país para estudiar bacteriología en la Universidad Jefferson Medical College de Philadelphia, en Estados Unidos.
Después de graduarse regresó a Colombia. El desempleo no era un problema para ese entonces y recibió varias ofertas de trabajo. Un suceso fue el que marcó su retorno definitivo hacia la profesión de toda la vida. Lo alcanzaron a nombrar como bacteriólogo en Montería y cuando tenía las maletas listas, le llegó una oferta por parte de Eduardo Zalamea Borda (Ulises), un columnista de El Espectador para que se quedara en Bogotá y trabajara en La Revista Cromos, donde le pagaban cuatro veces más de lo que le iban a pagar allá. Y fue así como comenzó su trabajo por más de 30 años en El Espectador.
Guillermo Cano director del periódico en ese tiempo tuvo afinidad con el nuevo periodista que había entrado a su diario. La pasión por los deportes hizo que se convirtieran en buenos amigos. «Don Guillermo era una persona digna de admirar, le gustaba el fútbol y hablábamos solo de eso, hasta que un día los violentos acabaron con su vida por no ocultar la verdad» dice Mike.
Allí aprendió a trabajar para todos los frentes, no solo se dedicaba a los deportes, también fue analista hípico, político y de noticias. Como era viajero y su pasaporte contenía la entrada a la mayoría de los países, era el que levantaba la mano cuando preguntaban quien podía ir a cubrir una noticia en algún lugar de la tierra. Dice Mike «le he dado la vuelta al mundo en dos oportunidades gracias a mi trabajo y me enorgullezco de haber estado en el mejor periódico colombiano».

Polemista

Sermones Laicos, y Caras y Caretas, son sus columnas más recordadas en las que exponía, con su peculiar estilo, lo bueno y lo malo de la política y el deporte colombiano, comenta su seguidor Jorge Cárdenas, historiador.
Sus conocimientos sobre fútbol daban pie para hacer críticas fuertes, las que le originaron varios problemas.
Para 1962, la selección colombiana de fútbol estaba bajo el mando de Adolfo Pedernera. Mike no era seguidor de la forma en que jugaba la selección de ese entonces, decía que era un juego lento y que por eso nunca le ganábamos a los países de los otros continentes. En La Esfera Deportiva, una revista que fundó, escribía crónicas de lo mal que jugaba el equipo y lo mal preparado que se veía al onceno nacional. Decía que teníamos que adoptar el estilo del fútbol ingles que se caracteriza por un juego rápido, de tres o cuatro toques máximo para llegar al arco contrario. Los seguidores de Pedernera, un día después de un partido en Bogotá, lo insultaron y le arrojaron miles de objetos porque no perdonaban sus críticas. Sin embargo, dice Mike «uno que ha sido marinero sabe como capear las aguas bravas». Para limar asperezas se encontraron Mike y Pedernera a tomarse unos tragos en Bogotá, hicieron las paces, pero Mike no quedÓ convencido, siguió contradiciendo la forma de ver el fútbol de aquel entrenador.
«Mike es un hombre de pensamientos rígidos pero argumentados», dice su hijo Clemente.

Directivo y Docente

Estando en El Espectador, en 1978 recibió la oferta para ser el director nacional del Instituto Colombiano de la Juventud y el Deporte Coldeportes, el cual aceptó, y con ayuda del periodismo logró que Colombia regresara a unos juegos olímpicos en Australia 54, y desde ese momento no ha dejado de asistir a este evento mundial. También logró que se creara La Vuelta de la Juventud Colombiana, una de las competencias ciclísticas que sacó a más de un deportista del anonimato.
«Muy liberal y defensor de los gobiernos rojos, llegó por ese partido a la dirección nacional de Coldeportes donde fueron más las propuestas que las realidades alcanzadas» dice el periodista Giovanny García
Cuatro años después regresó nuevamente a El Espectador hasta su retiro definitivo del periódico para convertirse en docente de la Universidad Santo Tomás en la facultad de Cultura Física, Deporte y Recreación.
«Recordamos su filosofía y sus principios, entre tantos: la salud es el objetivo máximo de la vida, hay que desprenderse de lo material, hay que ayudar a la comunidad, hay que perdonar, hay que hacer el buen uso del idioma, hay que hacer lo que a uno le gusta» dicen Rodrigo López y Rafael Beltrán, estudiantes de las cátedras de Mike.
Toda esa filosofía la acaba de escribir y publicar en el libro Historia de Tres Mundos: Cuerpo, Cultura y Movimiento, que fue editado por la Universidad Santo Tomás y en el que hace una serie de reflexiones sobre las actividades de la cultura física no solo en Colombia sino en el mundo deportivo internacional. «Un valioso aporte para la enseñanza de la cultura deportiva», lo cataloga la Fundación Santillana en el homenaje que le hicieron hace poco a Mike, el mejor cronista deportivo de Colombia.
Después de ser periodista, polemista, director y docente se dedica a dictar conferencias en diferentes instituciones educativas de Colombia y a esperar a alguien más a quien contar su historia.


La promesa…

septiembre 23, 2008

Por: Miguel Saldaña

Todo aquel que armó los arcos con dos piedras y jugó un buen picado de fútbol en el asfalto áspero de la calle de su barrio, sabe la sensación de dolor que produce llegar a la casa, entrar a la ducha y tener que poner en contacto las peladuras de sus rodillas con el agua y el jabón. Para mis pobres articulaciones era una rutina que no se podría cambiar. Sin importar que las heridas hubiesen cicatrizado, aun así, al día siguiente sacaba mi balón y me reunía con mis amigos para comenzar un nuevo encuentro. El fútbol desplazó la química, la matemática y la física. El fútbol se convirtió en una pasión.

Las aulas de clase se transformaron en campos de fútbol. Pasar, rematar y controlar el balón bien, eran mis tareas. Comencé a los 13 años a competir representando a la selección de mi colegio en campeonatos intercolegiados de Bogotá y Cundinamarca. Ganamos varios torneos. Mi experiencia como jugador y como persona crecía, pensaba que mi destino estaría ligado con ser un profesional del deporte más lindo del mundo. «Es una promesa» decían entrenadores, amigos y familiares que me veían jugar, y no es por dármelas pero mi nivel en ese entonces era superior al de muchos niños de mi edad.

Después de jugar un partido por un torneo de Bogotá, llegó la oportunidad. El entrenador del otro equipo se interesó por mis aptitudes para jugar al fútbol y se acercó para decirme que si quería empezar a entrenar con uno de los equipos profesionales de Bogotá, el Independiente Santa Fe. No me gustaba mucho el equipo, pues siempre le he seguido los pasos al equipo azul de la capital, al equipo más veces campeón del fútbol colombiano. Pero para conseguir buenas cosas hay que hacer sacrificios y sin pensarlo dije que si.

A mis 14 años ya entrenaba con las divisiones menores de Santa Fe. Con buenos entrenamientos y buenos partidos consolidé un lugar en el equipo. Mis expectativas crecían y tenía la certeza de que llegaría a jugar en el fútbol profesional, pero no contaba que por algún motivo las cosas se podrían truncar. Un día lluvioso y gris presagiaba que en el entrenamiento algo iría a pasar. Un balón dividido entre el defensa central y yo, que era volante de recuperación lo fuimos a disputar. Comenzamos a correr, ambos tomamos velocidad para acercarnos al balón. Llegamos casi al mismo tiempo, yo extendí mi pierna izquierda para contactar primero, él en su afán de poseer la pelota se lanzó en una barrida con los taches hacia arriba que arrasaría con mi tobillo, dejando como saldo un pie destrozado y mis esperanzas hechas trizas. Los médicos no dieron esperanzas, el fútbol de competencia se había acabado para mí.

Por obligación me aleje de lo que más me gusta. En ese momento el fútbol quedó reemplazado por problemas con la química, la matemática y la física que por poco no me dejan graduar. Mis padres al verme estático e imposibilitado para volver a pisar un campo de fútbol me dieron la oportunidad de comenzar a estudiar una carrera universitaria. Y tal cual jugador retirado me ilusioné con llegar a ser un profesional en el tema futbolístico.

Empecé a estudiar y aprender sobre técnicas, tácticas y conceptos del deporte. Ya no jugaba fútbol pero si lo practicaba por medio de un papel. Plantear estrategias para meter el balón en medio de los tres palos eran mis retos. Después de 6 años de estudio me gradué.

Con 25 años, ahora soy un profesional del deporte, que escribe y plasma el fútbol en un papel, que recuerda con nostalgia y alegría los grandes momentos que logré pasar con el deporte y los grandes momentos que aún me hace pasar. Y cada vez que veo en mis piernas las cicatrices marcadas por intentar hacer una jugada fabulosa, o un gol de fantasía me enorgullezco de hacer parte este mundo maravilloso del fútbol.